Rosas en el aire

Y llegó Sant Jordi. Esta vez Felix no pudo hacerme llegar una rosita como hizo cuando estuvo en California, pero no me quedaría sin ella. Como ya dije antes, aquí los amigos son tu segunda familia, y como si fuera un hermano, Oscar nos cuidaba muy bien a todas las chicas. El día de Sant Jordi, (supongo que para que no me sintiera sola por la falta de Felix), me llevó a dar un paso en avioneta (es lo que tiene tener un amigo piloto). El viaje no duró mucho (sólo 15 minutos) porque una tormenta increíble se nos acercaba, y gracias a Dios por ello, porque me estaba empezando a marear muchísimo. Aterrizamos con una maniobra magistral de mi "hermanito" y corriendo fuimos a buscar el coche. Bueno fue él y me vino a buscar para que no me mojara, todo un caballero. De vuelta a casa pasamos por la floristería. Como él y su mujer Eva son catalanes pensé que iba a comprarle la rosa de Sant Jordi, pero la gran sorpresa y alegría fué cuando además compró otra para María y otra para mí, un detalle que nunca olvidaré.

Mi mamá me mima

Mi hermana se ha ido, pero mis padres no soportaban que estuviese solita, así que muy a pesar de mi padre que no pudo dejar el negocio sólo, deciden que se venga mi madre hasta que sepamos la fecha en la que llega Felix definitivamente. Pero al final la estancia no pudo ser definitiva por motivos familiares, así que se vino un par de semanitas conmigo y así sólo tenía que pasar una o 2 semanitas más sola antes de que llegara mi maridito. Yo encatada de tener visita, estoy muy unida a mi familia, separarme de ellos ha sido lo más duro de salir de España. Mi madre era muy abierta a descubrir cosas nuevas y aprovechando que estaban los padres de Mauro por aquí, también pudimos hacer muchas cosas juntas, incluso visité cosas que todavía no conocía. La primera visita fue a Cacao (la excursión favorita de Mauro, que es socio y todo y entramos a precio de ganga). Aquí os paso la foto del Colibrí que os prometí en otra publicación. Luego fuimos también con Mauro, María y los señores García a visitar lo más extraordinario que he visto en mi vida: Las Tortugas. Pero no unas tortuguitas de esas enanitas, no. Eran tortugas de unos 400Kg. Salen del mar donde son super ligeras a poner huevos en la arena de la playa. Escavan durante casi una hora con las aletas de atrás, con una técnica super estudiada, y cuando creen que ya vale empiezan a poner huevos del tamaño de una pelota de golf o incluso más grandes. Cuando han acabado lo tapan con cuidado y luego van haciendo surcos en la arena para despistar a los perros y otros depredadores. Al final vuelven al agua donde desaparecen en la oscuridad rápidamente. Todo este proceso puede durar cerca de 1h30 o 2h y mientras tanto las oyes como sufren del esfuerzo y si tienes suerte y no está muy oscuro las ves hasta llorar. Salen con la marea alta para ayudarse a subir, pero claro, casi siempre es de noche, y casi siempre noche negra, así que te tienes que ayudar de linternas. Lo malo es que no puedes enfocarles la cara porque están como en éxtasis y cuando ven la luz se despistan, dejan de hacer lo que estan haciendo y te siguen, y si se les molesta mucho pasan de poner los huevos y se vuelven al mar. La piel y el caparazón al contrario de lo que se puede pensar son suaves como terciopelo y blanditos. En estas fotos no se ven muy bien, pero en otra visita que hicimos más adelante se ven perfectamente, ya las veréis. La salud de mi madre se vió muy resentida a raíz de su visita. En una de estas fotos la veis camino de las Islas con la cara hinchada por la picadura de un mosquito. Las reacciones alérgicas que sufrió fueron increíbles, pero no quiso ir al médico, así que al llegar a Barcelona la llevaron directa al hospital. En las Islas le conté lo de Felix y lo de Raquel con los cocos, así que ella ni corta ni perezosa aprovechando una siestecita que me pegué en la playa, se puso a romper cocos como una loca, y vaya que si los abrió. Comimos cocos que nos salieron por las orejas, y si nos descuidamos come toda la playa, oye que se lo pidieron... Visitamos la cárcel y me pidió de hacer esta foto de la izquierda sobre todo para enseñásela a mi tio Ginés, porque según ella le iba a molar. Vimos la iglesia (que por cierto, hace poco ha perdido el techo por un tornado) y los Baños. También vimos animales que no había visto en las otras visitas. Nos encontramos a un chaval que estaba en misión y hablaba 4 palabras en español y le hicimos gracia así que casi nos acompaña por toda la visita. El sabía lo de los monitos e iba preparado con plátanos, y nos dejó probar, pero a mi me dió miedo cuando el mono se acercó. Si es que los bichos no son lo mío. Pasamos la Semana Santa juntas y mi mamá que me mima me compró la Mona, que por cierto, estaba bastante mala. Hay otra excursión que sólo he hecho con mi madre, la visita a los Ibis en Sinnamary. Los Ibis son unos pájaros típicos de la Guayana que debido a la alimentación que tienen son completamente rojos. Para verlos hay que ir al pueblo de Sinnamary y pagarle a un tío con una barca a motor para que te lleve. Se ven directamente desde la barca. Lo gracioso de este viaje es que fuimos a ver pájaros rojos y vimos muy poquitos. Pero lo que sí vimos fueron unos peces graciosísimos, con ojos saltones, que parecía que en lugar de nadar, botaban en el agua. A mi madre y a mí nos dió por reírnos a lo loco y todo el mundo se nos quedaba mirando y al final acabaron todos riéndose también. Vimos muy pocos Ibis, en la foto lo distinguireis como un pequeño punto rojo. También visitamos una ruta cerca del pueblo de Regina a la que es algo difícil de acceder, y mi madre me sorprendió atreviéndose a todo. No hay fotos pero la grabé cruzando un río atravesando un tronco a casi 2 metros de altura, im-presionante. También hay otro vídeo digno de ser mencionado. Mi madre y Yo fuimos capaces de lo imposible: montar un armario de ropa con la única ayuda de una llave inglesa y un mortero de allioli, así como suena, ¡¡¡y que aún está de pie!!!. Al llegar a la civilización la curaron de la alergia, pero le han prohibido volver a la Guayana.